Desde la más remota antigüedad y hasta comienzos del siglo XX, el ser humano concibió el universo como un ente estático, de tamaño constante, donde todo en su interior había existido desde siempre y para siempre. Las mentes más brillantes, desde Aristóteles hasta Newton, abrazaron esta concepción estática del cosmos, sin principio ni final. Pero el universo está lejos de ser estático. En la década de 1920, Edwin Hubble comprobó experimentalmente la expansión del universo a partir del desplazamiento hacia el rojo de galaxias lejanas.
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