Esta semana pasada se cumplieron tres años desde que el mundo descubrió, con horror y estupefacción, que un investigador chino, He Jiankui, desde Schenzen (China) había cruzado todas las líneas rojas al editar genéticamente con las herramientas CRISPR varios embriones humanos y transferirlos a varias mujeres para su gestación. De ese irresponsable experimento nacieron dos niñas, gemelas, a las que conocimos como Lulu y Nana (nombres ficticios) y tiempo después conocimos que había habido otra gestación que había dado lugar a una tercera niña.