No cabe duda de que para avanzar, la Ciencia necesita, además del trabajo duro, una pizca de inspiración y otra de suerte. Y por qué no, también una buena dosis de atrevimiento. Y esa es precisamente la combinación de cualidades que ha llevado a Matthew Caplan, de la Universidad Estatal de Illinois, y a Almog Yalinevich, del Instituto Canadiense de Astrofísica Teórica, a emprender una investigación original, arriesgada y que puede que al final no lleve a ninguna parte. Pero también puede que sí.
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