Las plantas, al igual que los animales, son capaces de percibir, recordar y aprender de experiencias negativas para poder afrontarlas mejor la próxima vez que se presenten. Pero esta sorprendente capacidad de aprendizaje va un paso más allá ya que, bajo determinadas circunstancias, los progenitores son capaces de transmitir parte de este conocimiento a sus hijos con el fin de mejorar sus probabilidades de supervivencia y competición frente a otras plantas mediante una mejor y más rápida respuesta al estrés
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