La Tierra es un simple punto azul pálido en la inmensidad del Universo. Una sonda situada a seis mil millones de kilómetros apenas es capaz de distinguir nuestro mundo como una mota junto al Sol. Y, sin embargo, dentro de poco podemos ver otros puntos azules pálidos alrededor de otras estrellas y analizar su composición en busca de biomarcadores. Pero para ello necesitamos grandes telescopios espaciales dotados de una instrumentación de alta tecnología.
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