A medida que las olas de los océanos suben y bajan, aplican fuerzas al fondo marino y generan ondas sísmicas. Estas ondas sísmicas son tan poderosas y generalizadas que aparecen como un ruido constante en los sismógrafos, los mismos instrumentos utilizados para monitorear y estudiar los terremotos. Esa señal de olas se ha vuelto más intensa en las últimas décadas, reflejando mares cada vez más tormentosos y oleaje oceánico más alto.
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