No es velocidad, pero tampoco medio fondo. Es decir, el atleta no puede acelerar al máximo durante toda la prueba, pero tampoco tiene suficiente espacio para marcar el ritmo e ir dosificando sus fuerzas porque se quedaría atrás. Quienes la han corrido afirman que al final el dolor es aplastante. Justo en el momento en el que el cuerpo te ruega que te eches en el piso, es cuando hay que hacer el esfuerzo final. “Lo odio porque sé lo que le hace a mi cuerpo”, dijo en una entrevista Wayde van Niekerk, quien en 2016, estableció el récord olímpico.
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Aunque lo que me pareció más curioso es que a los pocos segundos después de acabar no estaban jadeando fuertemente. Señal de la capacidad que tienen para limpiar el lactato del cuerpo.
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