Es la hora de mayor tráfico en la mañana cuando me encuentro con Sarah a la entrada de un popular supermercado en un suburbio de Kampala, la capital de Uganda. Tiene unos 20 años, con rizos estilo rastafari. Está ansiosa y casi no puede mirarme a los ojos. Así que hablo con ella con mucho cuidado, no quiero presionarla. Junto a un colega de la BBC he pasado varias semanas intentando contactar a alguien que haya pagado por un certificado falso que asegure que no padece VIH/sida.