Allí adonde alcanza la vista, todo parece sacado de una escena postapocalíptica, en la que los humanos huyeron sin mirar atrás. Hay escombros por todas partes, farolas medio arrancadas, lunas de coche reventadas, grifería, una tele, un sofá. Sobre la colina reina un silencio absoluto, que solo rompe el crujir de los cascotes bajo los pies. Hay toneladas de ladrillo, cemento, madera, restos de hormigón. De repente un conejo se revuelve entre la maleza, da un brinco y se esconde veloz al pie de una pared. Es el único ser vivo ...