Durante dos décadas, los esfuerzos antiterroristas de EEUU se centraron exclusivamente en interrumpir los complots ideados por grupos yihadistas como AlQaeda e ISIS. Mientras tanto, la amenaza planteada por los extremistas de ultraderecha nacionales se profundizó. Los grupos operaban en las sombras, difundiendo mensajes de odio y acumulando seguidores a medida que aumentaba el uso de redes sociales. Los ataques terroristas nacionalistas blancos y de derecha aumentaron, matando al doble de americanos que los islamistas desde el 11-S.
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