En la zona rebelde de Alepo, casi todos los parques públicos se convirtieron en cementerios. Ya no hay restaurantes, ni distracciones, ni felicidad. Varias veces al día se escuchan los aviones del ejército de Asad pasando por encima de nuestras cabezas. Nunca se está a salvo. En todo momento, cuando caminas por la calle, estando en casa, cuando vas a la mezquita, una bomba de barril puede caer sobre ti. Un día estás sentado charlando con alguien y al día siguiente te enteras de que ha muerto.
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