Aguayo, veterinario y experto en mamíferos marinos del Instituto Chileno Antártico, tampoco había visto nunca lo que algunos curiosos hicieron con el animal: se subieron a él para sacarse fotos, le dieron patadas y en la aleta de cola le rayaron, con una piedra y en mayúsculas, la leyenda: "ANA TE AMO". Gabriela Garrido, investigadora, fue una de las primeras científicas que llegó. La ballena muerta estaba rodeada de unas cincuenta personas. Algunas se encaramaban sobre ella para sacarse fotos y unos niños le pegaban patadas.
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