No me dirijo a usted de ninguna forma porque, naturalmente, me resulta muy difícil tenerle en estima pero tampoco quiero participar en su linchamiento ni soy quien para juzgarle; de eso se encargarán en todo caso los tribunales. Pero sí me siento legitimado moralmente para escribirle a usted con una mezcla de pena, estupor y rabia porque sus actos, esa recolecta de dinero para una hija enferma durante ocho años, ese acudir a los platós de las televisiones que le creyeron de buena fe sin comprobar nada de su historia, ese negocio miserable...