Rajoy ha hablado, pero la situación no ha mejorado porque de nuevo no ha dicho nada. Estamos donde empezamos: en la cerrazón de un presidente del Gobierno atrincherado en un búnker agrietado; un político que confunde la inconsciencia con la calma y que sigue fumándose puros mientras todo el edificio institucional se viene abajo. ¿Votar? Ni de coña, que es "antidemocrático". ¿Reformar la Constitución? Tampoco, que no hay necesidad alguna y todo va como la seda.
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