Los rusos nos estaban persiguiendo. Tenían una lista de nombres, entre ellos el nuestro, y se estaban acercando. Llevábamos más de dos semanas documentando el asedio de la ciudad ucraniana por las tropas rusas y éramos los únicos periodistas internacionales que quedaban. Estábamos trabajando desde el interior del hospital cuando hombres armados empezaron a acechar los pasillos. Los cirujanos nos dieron batas blancas para camuflarnos. De repente, al amanecer, irrumpieron una docena de soldados: "Dónde están los periodistas, joder!".
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