La madrugada en la que ardió Grenfell, un edificio de 24 plantas de vivienda social en Londres, se desató un terremoto que aún sacude el mercado inmobiliario británico. “Tenemos compradores porque es un piso bonito”, cuenta Boeva por teléfono, “pero los bancos se niegan a prestarles el dinero”. Nadie está dispuesto a respaldar la compra de su apartamento, que se encuentra en uno de los más de 1.700 edificios que las autoridades consideran de “alto riesgo” y que los tasadores valoran en cero libras.
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