La época que nos toca vivir en Murcia da lugar a múltiples paradojas, que bien pudieran ser producto del carácter barroco, fronterizo y frutal . La fiesta, en Murcia, no es recogimiento ni capítulo de broma: es un ritual prolongado que empalma dos semanas de dolorosas, cristos y santos de palo policromado.Por eso no nos extraña la imagen que Carlos Trenor captó esta semana junto a las colas del comedor de Jesús Abandonado: cuando los necesitados ingirieron la sopa caliente, los nazarenos bien alimentados seguían allí, disfrazados de penitentes.
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