Nos encaminamos al final de un año que sólo podemos calificar como incierto, desde el punto de vista de las relaciones internacionales. La economía se empeña en dar señales de inseguridad en prácticamente todos los mercados globales y el panorama político mundial no parece más estable. Los parqués internacionales no se atreven siquiera a soñar con despegar y los índices macroeconómicos dan señales de agotamiento y falta de confianza en un sistema incapaz de aportar soluciones a los problemas que nos gobiernan.
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