En Europa occidental los puestos de trabajo en la agricultura van siendo ocupados más y más por personas migrantes. Aunque las condiciones varían en cada país, existen problemas compartidos, como el pago de salarios aún más bajos que los prometidos o la infravivienda y el hacinamiento en espacios insalubres o sin servicios básicos. La tendencia general es que los migrantes conformen la fuerza de trabajo empleada en el campo para las tareas que rechaza llevar a cabo la población local: las más duras, peligrosas o peor pagadas.
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