Nunca les hizo mucho caso, pero le dieron muchos premios. Su forma de estar en el mundo era contarlo y en una profesión de egos y de firmas, supo siempre que su oficio consiste en compartir. Yo era becaria en La Voz de Galicia y él estaba en la guerra de Irak, país al que había llegado escondido en el falso fondo de un camión. Cuando se ponían nerviosos en la sección con el cierre, me decían: “Llámale y dile que o manda ya la crónica o metemos una plancha [publicidad]”.
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