Cuando el exconcejal salió de su casa como hacía habitualmente, se cruzó con el procesado, que le golpeó en la cara para robarle, un golpe que le hizo caer al suelo. El hombre fue auxiliado por varios ciudadanos, incluido el propio procesado, que dejó las cosas que había robado en la acera. Cuando fue levantado del suelo, siguió su marcha aturdido, sin reconocer al agresor y sin sus cosas. El condenado volvió entonces a perseguirle, le propinó un fuerte golpe en la cara que provocó la caída fulminante de la víctima que aprovecho para robarle.
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Desde el desconocimiento del caso concreto, en general, cuando le das una hostia a alguien para robarle (o dos) la intención es robar, no matar.