Un paraíso para la violencia de sesgo franquista. Un reino donde aflorar el terror desde las entrañas del Estado. Un país, el único de Europa, en el que las acciones extremistas podían poner en riesgo la supervivencia de la propia democracia. En febrero de 1983, a las puertas de que el GAL se sumase a la guerra sucia contra ETA, la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) detectó que España se había convertido en uno de los principales terrenos de actuación del "terrorismo de derecha" en el continente europeo.
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