Durante estos últimos años se ha ido estableciendo una nueva internacional de partidos de ultraderecha que se caracterizan por un nacionalismo extremo, de tipo esencialista, promotor de un pasado imperial, defensor de una civilización cristiana profundamente clasista, racista, machista y homofóbica, que se siente amenazada por movimientos progresistas como el obrero, el feminista, el de defensa de las minorías y de la diversidad étnica y racial, que representan todos ellos una amenaza para aquella civilización y para los estamentos económicos.
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