Pegarse un tiro en el pie, si eres dirigente del PP, lleva aún menos tiempo. Casi una avemaría. En apenas 24 horas, lo ha hecho dos veces. La primera, Casado en el Congreso con el decreto de alarma. Un gatillazo, un ostium interruptus. Demasiado civilizado para el caso, complaciente en exceso para la magnitud de la catástrofe. Una abstención que rezumaba canguelo. Al día siguiente, a Isabel Díaz Ayusole dimite la directora general de Salud Pública
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