Nunca llegué a mirarte
con ojos distantes de amigo
porque sentía ser parte
de tu abrazo sin abrigo.
Tu sonrisa siempre ahí
en ese lugar mágico
de esa alegría interior,
tu belleza a flor de piel
incluso en aquella cama
coronada de tubos,
de fluidos vitales.
Incluso tu palidez
se veía eclipsada
por una sonrisa perfecta.
No parecías enferma
y el brillo de tus ojos
parecía eterno.
Aquella noche te abracé
entre tubos
y máquinas
que dejaron de sonar
por ti.
Para ti.
En ti.
Y te fuiste
para siempre.
(Enero 2010. ContinuumST.)