Hora tras hora, día tras día

Hora tras hora, día tras día,

entre el cielo y la tierra que quedan

eternos vigías,

como torrente que se despeña,

pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume

después de marchita;

de las ondas que besan la playa

y que una tras otra besándola expiran.

Recoged los rumores, las quejas,

y en planchas de bronce grabad su armonía.

Tiempos que fueron, llantos y risas,

negros tormentos, dulces mentiras,

¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,

en dónde, alma mía?

Sed de amores tenía

Sed de amores tenía, y dejaste

que la apagase en tu boca,

¡piadosa samaritana!

Y te encontraste sin honra,

ignorando que hay labios que secan

y que manchan cuanto tocan.

¡Lo ignorabas…, y ahora lo sabes!

Pero yo sé también, pecadora

compasiva, porque a veces

hay compasiones traidoras,

que si el sediento volviese

a implorar misericordia,

su sed de nuevo apagaras,

samaritana piadosa.

No volverá te lo juro;

desde que una fuente enlodan

con su pico esas aves de paso,

se van a beber a otra.

Rosalía de Castro