El noveno poema

Caminé hacia tus brazos una noche de invierno. La nieve caía suavemente sobre el auto.

Apenas eras un rostro unas palabras dulces escritas quién sabe para quién. Yo las hice mías y fui guiándome por un rumor de sonidos.

Llegue a tú puerta. Venías apresuradamente apenas pude ver tus ojos de tiempos cambiantes y la sonrisa que abriera mi universo.

Tus manos eran cálidas como la  primavera. Tu olor como lirios floreciendo en el campo de mi lejano país.

Me hiciste sonreír. Cada palabra de tus labios penetró mi coraza dejándome indefensa ante un ataque de dulces ilusiones.

Sueños que se hicieron realidad en un instante. Fortaleza intelectual y fuerza animal refrenada por una mente prodigiosa en pleno avance.

Como olvidar los besos que caían en cascada sobre mi piel desnuda los labios que hicieron su morada en mi boca.

Los susurros de amor que dejaron nuestros cuerpos despiertos toda la madrugada. El calor en piel que nos hizo dormir olvidados del mundo.

Y despertar con deseos renovados de repetir los mismos besos, las mismas caricias, las mismas palabras.

El regreso fue claro aunque la nieve seguía cayendo sobre el auto. Pero estabas conmigo y tus ojos color del tiempo me mimaban.

Tus manos y mis manos se decían secretos tus labios sonreían hasta hacerme olvidar el mundo y sus negras razones de ser mundo.

Ahora miro el invierno pasar por la ventana y te recuerdo. Te escribo día tras día mientras mi el alma espera nuestro próximo encuentro.