Es todo un subgénero bien cargado de clichés: desde los testigos imprevistos que dan un giro al guion, pasando por el «¡protesto, señoría!» ante alguna insinuación improcedente de la defensa o el fiscal, los acusados que se derrumban o pierden los papeles en mitad del juicio y, por supuesto, el alegato final a cargo de un abogado que no para de moverse por la sala y termina clavando su mirada en el jurado mientras dice algo importantísimo. Así que a continuación recordaremos algunas de esas escenas.
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