Un barco fue arrastrado por el mar con la ayuda de una enorme vela que parecía pertenecer a un kitesurfista gigante. Otro navegó este verano por los océanos entre China y Brasil con velas de acero y vidrio compuesto tan altas como tres postes de teléfono. Ambos aprovechan un propulsor natural del que las embarcaciones oceánicas han dependido durante siglos: el viento. Y forman parte de un esfuerzo cada vez mayor por alejar a la industria naval de los combustibles fósiles.
|
etiquetas: barcos , contaminación , viento , transporte
Además un ahorro del 30% de combustible supone unos cuantos millones de euros al año así que podría ser hasta rentable. youtu.be/TIFGLC5Ki48