Franca, Barbara, Gabriella, Fabiana, Sabrina... En el área 108 del cementerio Flaminio, al norte de Roma, solo hay epitafios con nombres de mujeres. Ni siquiera hay lápidas: alrededor de 200 sencillas cruces de metal, todas exactamente iguales, se alinean en filas consecutivas. En cada una de ellas hay una ficha negra donde aparece escrito en rotulador blanco el nombre femenino, un apellido, una fecha –la mayoría, de los últimos diez años– y unos números identificativos.