En España necesitamos innovar, pero los españoles parece que somos reacios a apoyar las iniciativas que se muevan en este sentido. El viejo aserto “que inventen otros” sigue más vigente que nunca, y no sólo por vagancia, dejadez o aversión al riesgo, sino también por una especie de imaginario colectivo, apegado antes al catolicismo y hoy a ese nuevo catecismo de la falsa ternura, el humanitarismo de barra de bar y el “to er mundo é güeno”.