Un buen día, a pesar de que el chiismo prohibía expresamente la reproducción de rostros humanos, el rey se dirigió con su cámara hacia las mitológicas estancias del serrallo, donde cualquiera esperaría sin duda el ser deslumbrado por la belleza de las legendarias odaliscas, mujeres cuya única función era dar placer a su señor. Las mandó posar y empezó a tomarles fotografías que, siglo y medio después, nos muestran que, en realidad, las Mil y una Noches, se parecían más de lo que uno podía imaginarse a El Señor de los Anillos.