Son las 13:30 de un martes de junio y frente a la cámara aparece una joven tumbada en una cama con luces rosas, un pijama corto, las piernas pintadas con nombres y dedicatorias, orejas de gatito y chupando un micro con forma de orejas. Mientras, RhinoSpiritX, así es el 'nick' de la 'streamer', susurra desde su canal a la gente que se suscribe, le da propinas o le escribe por el chat. Esta imagen, que roza el 'soft porn', no es un caso aislado, sino que es el mayor problema que enfrenta Twitch, la plataforma de 'streaming' de moda.