Esas son las dos Españas que pudieron verse el sábado 23 de mayo. La de los que azuzan banderas –constitucionales y no tan constitucionales–, aporrean cacerolas y muestran su egoísmo, y la de los que salvan vidas, comparten aplausos y muestran su solidaridad. Y comandando la España de las banderas, las cacerolas aporreadas y el egoísmo, unos líderes políticos que venían de criminalizar al Gobierno durante semanas por no poner banderas a media asta y por no vestir corbatas negras, y que ahora se encontraban paseando en caravana bajo un ambiente