Científicos canadienses han logrado demostrar que el aislamiento social y los sentimientos de soledad nos llevan a sentir que hace más frío. También han demostrado que, cuando nos sentimos solos, necesitamos consumir alimentos más calientes. Este estudio podría explicar, además, la aparición de ciertos trastornos del ánimo cuando hace frío, como es el caso del llamado “desorden afectivo estacional”, que produce depresión y desgana.