Ayer, el tratamiento que ha dado la prensa a Carolina Marín ha sido tan delirante, que me ha dejado sin palabras. Y contrariamente a lo que he venido haciendo, me he abstenido de escribir. Pero la verdad es que, ya metidos en faena, me resulta imposible dejar sin documentar el, probablemente, rodillo más machista que la prensa española ha dedicado a una deportista durante estos juegos. Así que acabo de cambiar de idea.