Japón había dependido de Alemania e Italia para plantar sus antenas en Europa, pero eso no le bastaba. España, por su condición de neutral, resultaba un lugar muy apropiado para recabar información. Otra ventaja es que los españoles, como súbditos de un país neutral, sí que podían viajar a los países enemigos de Japón. Y aquí entró en juego el personaje más desopilante de los que aparecen en el libro de Florentino Rodao, Ángel Alcázar de Velasco, el espía torero. Alcázar de Velasco era torero, falangista radical y mujeriego.