Como informático estoy acostumbrado a aplicar la lógica y sencillas reglas a mi trabajo. Al fin y al cabo, un juego se construyen con sencillas órdenes, eso sí, millones de ellas. Es como hacer una casa: si sabes poner un ladrillo y poca cosa más, puedes llegar a construir casi cualquier cosa. Pero el castellano está repleto de normas que lo complican, lleno de redundancias, y plagado de excepciones que hacen que mucha gente lo escriba mal.