Podríamos contar esta historia como si fuera una de esas óperas que tanto nos gustan, pues tiene todos los elementos necesarios: un malo malísimo (John Taylor), dos víctimas (realmente fueron cientos, además de Händel y Bach) y hasta una corte en la que, si bien no se desarrollan todos los hechos, tiene mucho peso en la historia (la de Jorge II de Inglaterra). Sin embargo, en este caso la realidad supera la ficción y es bastante más compleja