Pasaban 45 minutos de las 10 de la noche, del 24 de enero de 1977, nueve personas aun trabajaban en un despacho de abogados situado en la tercera planta, del número 55 de la madrileña, Calle Atocha. Demasiado ocupados para pensar en otras cosas, oyen como un timbrazo rompe la tranquilidad del despacho.