En octubre de 1894, en una reunión de la Academia Francesa de Ciencias, el célebre fisiólogo Étienne-Jules Marey mostró una serie de fotografías que provocaron la conmoción de sus colegas. En la avalancha de relatos que siguieron, un asistente a la conferencia proclamó que Marey había presentado una paradoja científica que violaba las leyes fundamentales del movimiento de los objetos. En el centro de la controversia había un gato. Concretamente, un gato que se había dejado caer y que, en pleno vuelo, se había retorcido para caer de pie.