Entre los factores de riesgo que aumentan esta situación se encuentran: mayor dependencia de la asistencia de otras personas, especialmente sus parejas, la menor credibilidad que se da a su relato cuando acuden a algún profesional, las mayores dificultades de acceso a la información y servicios, en parte relacionados con su enfermedad y en parte debido al estigma asociado. Frente a esta realidad nos encontramos con que los profesionales de salud mental, en general, no tienen la formación adecuada para detectar e intervenir en este campo.