Durante los ochenta, los toros se pusieron de moda. Algunos de mis compañeros de universidad y de noches inacabables en los bares de Chueca, donde se gestaba la Movida y se quemaban tantas vidas, insistían en que les acompañara a las Ventas. Yo les decía que los toros me recordaban el franquismo, pero me respondían que me dejaba llevar por estereotipos.