En un país implacable con los corruptos, Casado habría dimitido, Cifuentes no sería tertuliana, ni saldrían cada dos por tres en los medios, sentando cátedra, personajes como Felipe, Aznar o Aguirre, que han presidido gobiernos hundidos en cloacas criminales. Estarían condenados públicamente, ya que no judicialmente. Una sociedad intransigente con la corrupción no saldría en defensa de un rey que ha evadido impuestos y ha comerciado con su país para enriquecerse en negocios con dictaduras violentas.