Durante la investigación, se probaron numerosas combinaciones de residuos forestales o agrícolas con diferentes hongos, con el fin de optimizar las características mecánicas del producto final. La clave, según el estudio, estaba en la quitina de los hongos, que es lo que, a la postre, aportará la rigidez necesaria al envase para que, a su vez, proteja el producto que lleve en su interior.