En España, detalle curioso, se penaliza al que se dedica a la política con plena solvencia económica. Se conoce que preferimos a los inútiles que jamás conocieron el trabajo en la vida real y por eso funcionan adheridos a la mamandurria en plan parásito. Estos ejecutivos, tan agresivos en su microcosmos de gestión eficaz, despiadada, se tornan tiernos mininos cuando chocan contra la mediocridad del buscavidas. Lástima.