Tuvo Pape Diop el domingo pasado la mala suerte de ser negro jugando en el Levante, pero sobre todo, de ser negro enfrentándose al Atlético. La entrañable, justa, necesaria y muy viral acción de rechazo tras el bananazo a Alves en el Madrigal, había dejado en el imaginario una conclusión: la de que en la Liga todos nos zampamos al racismo, no hay colores cuando se trata de combatir los actos racistas, y a quien aprovecha su militancia para exhibirse xenófobo, lo deglutimos de un mordisco. Pero sólo eran ilusiones ópticas, sólo era marketing.