En una sociedad que acepta las mentiras y los excesos de sus políticos sin inmutarse, con un sistema educativo que elimina cualquier rigor, mérito o excelencia, es lógico que la televisión sea su reflejo vergonzante. Mientras casi toda España asiste amodorrada a esta televisión animaloide y embrutecida, los asuntos que realmente importan no aparecen ni preocupan en casi ningún foro. Si esto es así, no puede concluirse de otra manera que afirmando que ésta es, simplemente, la tele que nos merecemos.