"Me costó mucho entender que el manejo psicológico era una forma de violencia. Para mí, si no había golpes, no era violencia de género", reflexiona Sabrina Marcote, que ahora tiene 26 años, pero que entre los 17 y 22 estuvo inmersa en un noviazgo que le dejó, entre otras consecuencias, ataques de pánico. Una de las primeras señales fue el aislamiento. "No le gustaba nadie para mí, se peleó con mi mejor amiga y no me dejaba verla. Controlaba con quién estaba, pero él hacía lo que quería. Todo el tiempo tuvo relaciones paralelas".