Vivir únicamente desde el presente nos lleva a simplificar el pasado, o peor aún, a juzgarlo, obviando que somos lo que somos gracias a nuestros errores y a nuestros aciertos. La dictadura del «hoy» nos obliga a pensar que nuestros predecesores eran salvajes sanguinarios o héroes incorruptibles, y ahora nosotros nos creemos tan maduros, sensibles y solidarios, que olvidamos que en un futuro lo normal del siglo XXI será visto con extrañeza por las generaciones venideras.